Aragón, tierra de pastores
Se oye un grito a lo lejos. ¿Será San Jorge? ¿Será el dragón? ¿Será la princesa escapando de los dos? O, tal vez, sea el oso que, despierto de su largo letargo, y sin ruidos humanos que lo asusten, baja y baja tratando de encontrar algo que comer.
Tal vez hayamos perdido ya todos nuestros dioses y nuestras leyendas, y no nos queden ya San Jorges que nos vengan a salvar.
Tal vez nos hayamos convertido en otra especie. Puede ser que hayamos desevolucionado y nos hayamos convertido en un ser individualista que no tiene pasado, ni futuro. Que no siente, que no vive.
Nos hemos convertido en unos cuerpos desgarrados,
en unos pies desterrados que caminan sin rumbo hacia ese horizonte donde muere la tierra.
Dejamos que la maleza ocultase la cruz que había en el saso, y nos encerramos en un ecosistema de edificios desmembrados donde olvidamos la sombra de la sabina, el olor del rebaño, el baile de los alimoches.
Dime, ¿dónde quedan ahora todas las historias que antes se escapaban con el humo de las chimeneas?
Quizás estén enterradas bajo las losas de una casa caída… ¿Cuántas leyendas se habrán perdido? ¿Cuántas se habrán quedado sin contar? ¿Qué habrá sido de esa raza de mujeres y hombres que un día marcaron su ley allá donde la distancia es el monte y al cielo se le trata de tú a tú?
Ese país de nobleza pastoril y cielo azulado continúa vivo, pero nos hemos olvidado de él. Nuestros pastores y pastoras se han convertido en una especie en peligro de extinción. En un edelweiss cada vez más difícil de encontrar y que parece que ya solo intentan proteger las ONGs conservacionistas, pero sin escucharles mucho. Como si existiera su figura pero no tuvieran voz.
Nosotros también nos hemos olvidado de ellos. Comprando productos sin mirar de donde proceden, y sin importarnos mucho. ¿En cuántas casas harán hoy ternasco para comer? ¿Cuánta gente se parará a pensar que ese ternasco ha sido criado por unos pastores que dan vida a nuestros ecosistemas y que a cambio reciben un precio injusto? Que esos pastores y pastoras han conservado durante siglos nuestros paisajes, nuestras leyendas, nuestras palabras…
Hoy celebramos San Jorge,
Sin libro, ni flor,
Sin amigos, ni lanzón
Y en vez de bandera,
Un crespón oscuro en el balcón.
Y mientras soñamos con volvernos hiedra y trepar por las ventanas. Saltar a la calle y sentir el río, nuestros pastores y pastoras surcan libres los campos que dan vida a nuestros paisajes.
Imagen: Pilar Serrano