Category: Etnografía, etnoveterinaria y etnopastoralismo

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El Saúco, una planta muy utilizada en la veterinaria popular altoaragonesa

La Sambucus nigra, conocida en castellano como saúco y en aragonés como sabuco o sabuquero, es un arbusto muy común en el Pirineo y en otras zonas de la Península Ibérica. Es de corteza suberosa, de color pardo en el tronco, de color ceniza en las ramas añejas y verde en los brotes del año. La flor es blanca y da unos frutos negros y carnosos.

El saúco florece a partir de abril, principalmente por San Juan, aunque sus frutos no maduran hasta finales de verano. Este arbusto se cría en sotos, setos, ribazos de huertos… entre los 500 y los 1.500 m.

El saúco es, probablemente, la planta más utilizada en la veterinaria popular altoaragonesa. Sus flores se recolectaban y se dejaban secar para disponer de ellas todo el año. Se usaban solas o formando parte del popular Ramo de San Juan. Este ramo se recolectaba la noche del 24 de junio justo antes de que amaneciese y se componía de flores de sabuco (Sambucus nigra), malva (Malva sylvestis), menta (Mentha spp.), tolongina (Melissa officinalis), rosas silvestres (Rosa canina), etc… Para que tuviera más poder se bendecía en la iglesia. Este ramo se dejaba secar, bien en los balcones de las casas, bien junto al hogar. Y se guardaba para hacer vapores o humos que se aplicaban en los animales enfermos.

[cml_media_alt id='571']sambucus nigra flor[/cml_media_alt]Los vapores o humos de sabuco o del Ramo de San Juan se podían obtener bien quemando la flor de sabuco en una sartén vieja para que se generase el humo, o bien hirviéndola en una perola de agua para producir los vapores. Se utilizaban para cualquier patología a nivel respiratorio, algunas enfermedades digestivas (empachos, diarreas, cólicos intestinales) y problemas a nivel de ubre (mastitis, mordeduras de víbora, secado…). También era eficaz en las inflamaciones de la glándula parótida (paperas).

Cuando se trataba de enfermedades respiratorias, digestivas o de la glándula parótida, se colocaba al animal enfermo una manta sobre la cabeza, y por debajo de los ollares se colocaba una sartén rusiente con la flor, o la olla con la decocción, para obligarlo de esta manera a inhalar los vapores. Para los cólicos, intestinales, hay quien hace incidir los vapores en el vientre del afectado. También era conocido el efecto de la mermelada de sabuco para patologías a nivel bronquial.

[cml_media_alt id='570']sambucus nigra fruto[/cml_media_alt]Si, por el contrario, se quería tratar una mastitis o una fizadura de víbora en la mama* , se colocaba la sartén o perola debajo de la ubre del animal. Para que la curación fuese más eficaz, después se cubría el cuarterón afectado con buro (barro arcilloso). Cuando lo que se quería era secar al animal, se hacían incidir los vapores sobre un trapo húmedo durante unos minutos y se aplicaban sobre las mamas.

Además, los humos del Ramo de San Juan también se utilizaban para desinfectar cubículos donde había muerto algún animal. También se hacía en las habitaciones de las casas en las que había fallecido alguna persona.

*Cabe aclarar que los informantes solían achacar cualquier inflamación de la glándula mamaria a la mordedura de víbora, cuando en la mayoría de ocasiones, la hinchazón sería de origen bacteriano.

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La paridera, un espacio vivido

Comparto este texto de Félix Rivas, publicado en El Diario del AltoAragón el 7 de febrero de 1999.

Como lugar de albergue de los rebaños de ovejas, el corral o paridera ha sido el entorno en el que los pastores del Alto Aragón han pasado y continúan pasando muchas de sus horas de trabajo y muchos de sus esfuerzos cotidianos. En la paridera hay que cuidar de las ovejas enfermas o de los corderos recién nacidos, hay que limpiar su interior periódicamente, hay que separar el ganado que sale a pastar del que se queda todo el día bajo techo, hay que repartir el forraje o el pienso, hay que hacer el señal en la oreja de los corderos de poca edad… Y todo esto en la actualidad, ya que antaño la paridera estaba más presente en la vida de los antiguos pastores. En ella, muchos días había que quedarse a dormir a veces por las inclemencias del tiempo otras por la larga distancia hasta el núcleo de población más cercano y otras en la época de parizón cuando había que dormir con un ojo abierto y otro cerrado para estar muy atento de las ovejas que estaban a punto de parir. En verano, además, podían pasar la noche en compañía de algunos labradores que, mientras segaban y trillaban, preferían no desplazarse cada día hasta sus casas. Incluso en algunos momentos históricos de gran peligro, como en la última Guerra Civil, las parideras sirvieron de refugio a las gentes de algunos pueblos.

Se puede considerar, por tanto, a la paridera como un espacio vivido, un entorno plenamente modelado por las experiencias y la memoria del Alto Aragón. Tan vivido y modelado que en él se reflejan algunas de las actividades más profanas, sagradas y mágicas que la cultura tradicional sabía asumir e integrar sin gran dificultad. Unas actividades y unas creencias que hoy nos llenan de asombro, e incluso de incredulidad, pero que han estado presentes hasta hace pocos años en todas las comarcas altoaragonesas.

[cml_media_alt id='531']Pastores chesos haciendo queso en la puerta de una cabaña en el Valle de Guarrinza (Foto: Ricardo Compairé)[/cml_media_alt]

Pastores chesos haciendo queso junto a una cabaña en el Valle de Guarrinza en los años 20 del siglo pasado. (Foto: Ricardo Compairé)

Uno de los casos más curiosos se daba en Robres, donde, como todos los rebaños se podían encerrar en cualquier paridera que estuviese libre, se utilizaba este método para reservar una de ellas (coger la vez, diríamos en otro contexto): bastaba con colocar un saco colgado de la puerta de entrada y si otro pastor llegaba más tarde, ya sabía que esa noche iba a estar ocupada. En Serrablo, los pastores se servían del humo que salía de la chimenea de la caseta para predecir el tiempo: si subía en vertical quería decir que iba a llover muy pronto y, al igual que todos sus componentes, la noche de Todos los Santos se recogía antes de lo normal en el corral, lo mismo que las personas lo hacían en sus viviendas. Una serie de prácticas persiguen el objetivo común de proteger a la paridera de posibles enemigos. Algunas son bien expeditivas como ocurre en un corral de Valcarca, cerca de Binaced, donde, para evitar que los palomos se coman el grano que se da a los corderos, cuelgan varios palomos muertos en los frentes de los cubiertos. Otras conservan un fuerte contenido mágico. Una de ellas es la que consiste en enterrar la cabeza de una oveja modorra (en el Biello Aragón esta oveja tenía que ser además negra) que ha muerto de esa enfermedad en la entrada del corral para proteger a las demás. Para el mismo fin se solía colgar dentro del cubierto una piedra foradada, con un agujero creado de forma natural. Esta piedra, en algunos lugares como Fonz, tenía un valor y se transmitía de pastor a pastor, de tal manera que sólo podía ser utilizada por aquella persona a la que pertenecía. En esa población del Cinca Medio se colgaba cerca de la puerta y su utilidad era la de proteger contra los rayos.

Aunque si un mal o una enfermedad producía la muerte a muchos animales, podía pensarse que era una bruja la responsable, y en ese caso habría que recurrir a un esconchuro, por lo menos…

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Mallatas 2: Mallatas de E. Satué

Hoy comparto este artículo de Enrique Satué Oliván, publicado en el número 49 de la revista Serrablo en septiembre de 1983, en el que se estudian distintas mallatas del Pirineo Aragonés y se habla de la desaparición de estos elementos arquitectónicos con el devenir de la ganadería extensiva en estos valles.

[cml_media_alt id='322']Imagen: Amigos de Serrablo[/cml_media_alt]

Imagen: Amigos de Serrablo

“Con nostalgia por haber visto no hace muchos años vida en unas y con sorpresa por descubrir otras, el verano del 81 recorrimos algunos antiguos “santuarios” pastoriles y fuimos descubriendo las distintas formas de su habitáculo en la temporada de los puertos; el muestreo no es muy amplio, pero suficiente para ver la fuerza que ejerció el medio sobre la estructura de la vivienda del pastor. El recorrido será de W a E, a través de los siguientes puntos: Oza, Cuenca alta del Gállego; Acumuer, Monte de Erata en Espierre-Barbenuta, Puerto de Santa Orosia, Puerto de Linás y finalmente Monte de Canciás.

OZA.
Hoy apenas se ve ganado lanar, antaño todos sabemos lo que fue. Subamos al valle de Estiviella, -pequeño valle glaciar colgado, e instalado en las faldas orientales de Pera Forca-. Tras superar la zona de bosque, llegamos al umbral del valle; en su cabecera y casi donde mueren los neveros del pico, en un pequeño promontorio cargado de vivencias para cientos de pastores ansotanos, tenemos nuestra primera mallata; estaremos sobre los 1.700 metros, las “chordigas” nos rodean como mejor testigo del antiguo abono animal. Sobre el montículo destaca a seis metros de la caseta una estaca ramificada de dos metros y medio utilizada por los pastores para colgar los quesos. Su recuerdo no puede dejar de evocarnos la reciente exposición fotográfica del fallecido Don Ricardo Compairé, que como nadie plasmó los ambientes pastoriles de Hecho y Ansó. La “caseta” es la típica de alta montaña desde esta zona al menos hasta Fanlo; desde lejos si no fuese por la estaca, se mimetizaría con facilidad debido a la poca alzada y a la “tasca”; sus muros están compuestos por grandes lajas de caliza con forma almendrada, las paredes laterales apenas llegan a los 70 cm., cuesta desenvolverse en su interior, en especial al fondo donde el lecho se alza sobre un armazón de troncos; el techo está constituido por medios troncos que descansan sobre el que hace de viga maestra, para sobre esta estructura depositar “sirrio” del ganado con grandes trozos de “tasca” arrancada de los alrededores. Hoy da pena verla, en el año 75 aún pude tener una agradable conversación nocturna en su interior con un pastor, -por supuesto no faltó el tema del oso que ataca para la Sanmiguelada-.
Si seguimos por Oza el antiguo camino a Francia, en realidad estaremos andando sobre la calzada romana de Zaragoza a Pau. Dejemos La Mina y ascendamos hacia el Puerto El Palo, en algunos tramos observaremos perfectamente el talud de la calzada; así llegamos a la zona denominada de las Foyas. Es un terreno claramente kárstico, con abundantes dolinas que embeben los manantiales; aquí tenemos dos mallatas abandonadas. Su ubicación es típica: en un promontorio marginal de la periferia de dolinas, instaladas a su vez en circos glaciares colgados. Aquí la techumbre es de lajas de caliza pues se pueden extraer con más facilidad que en Estiviella por lo demás el tamaño es semejante. En el año 75 aún pude observar esporádicamente fabricar queso en ellas, hoy su estado ruinoso no tiene menos que recordarnos la letra de “Lo Fogaril” del grupo folklórico de Hecho:
“…La vida que ve trayendo
con lo tiempo cosas nuevas
fa aqui, como en otros puestos
que muitas cosas se pierdan…”
En la entrada de “Aguas Tuertas”, cuna del Aragón, no lejos del dolmen que daría última morada a aquellos “Pastores Pirenaicos” de Pericot en la Edad del Bronce, hay antiguos refugios que no son otra cosa que aprovechamientos del extraplomo de grandes bloques erráticos y resguardados con muros de laja -fenómeno corriente en el Pirineo-.

SALLENT
Superada la presa de La Sarra, a la izquierda del Aguas Limpias, queda el imponente circo colgado de Soba que preside el gigante pico Arriel. Aquí en este maravilloso paraje queda nuestra mallata; su estructura es semejante a las anteriores: “tasca” y “sirrio” en el techo, las plantas amantes del abono animal nos cubren hasta la cintura; estamos en la primera semana de Julio, aun quedan manchas de nieve y el ganado tardará en subir. Llama la atención la gran cantidad de rodondedro que cubre de rojo las laderas, los pastores utilizan estas matas como se puede ver en la caseta para mullido de su lecho, lugar de boj -que es lo corriente a más baja altitud-.
Desde Formigal hacia la cabecera de Canal Roya y Pico Anayet encontramos un gran bloque errático, que su estraplomo da cobijo a un refugio en el que sólo se han tenido que realizar las paredes de lajas; otros bloques que sirven de aproximación delimitativa al corral de la mallata.

ACUMUER
Estamos acostumbrados a ver el río Aurín cerca de Sabiñánigo y en su confluencia con el Gállego.
Sus ásperas gleras se transforman, superado Acumuer, en extraordinario paraje alpino. El ibón de Bucuesa, entre el macizo de Collarada y Peña Telera, da nacimiento al Aurín, aquél queda instalado en un primer peldaño glaciar, en este paraje y no lejos del ibón queda una mallata, de estructura similar a las vistas en Oza y Soba. La “tasca” del techo se transforma en Plan d’Igués -puerto de Acumuer- “gogante” con el de Biescas a las espaldas de Telera en techo de losa, pues aquí aflora este material. A Bucuesa sube normalmente el ganado en los primeros días de agosto, a falta de rodondedro o de boj, los pastores preparan su lecho con unas maturradas semejantes al tomillo que crecen en la tasca y que denominan “narrón”.

BARBENUTA
Con el Señor Fidel Piedrafita Pardo, de 80 años, desde la plaza de Barbenuta escudriñamos el monte Erata -2.009 m.-: Plana Lopera, Plana Estremal, o Betatón, Pelopín, As suertes d’Erata, o Fondo Cubilar, Fuente Cambonata, A Plana Sordials, Fuente os Comos, Plana Buitrera, Fuente a Piatra, Fuente del Abete,.. La multitud de nombres que da el señor Fidel, rememoran la pujanza de estos pueblos, hoy entre Espierre y Barbenuta, solo quedan ocho personas, algún día nadie sabrá dar razón de las mil vivencias y esfuerzos que esconde cada topónimo.
Erata, el monte “mágico” de Otal, presidida por la ermita de San Benito, donde se escondía bajo las piedras agua bendita para alejar las tormentas, tiene algo de sobrenatural; eso pensarían los constructores de la ermita mozárabe de San Juan -que se halla en sus faldas-; si superamos ésta, pronto estaremos en contacto con la tasca y habremos de doblar a la izquierda para dirigirnos a la zona de Lopera, allí a 1.500 m sobre el nivel del mar se encuentra nuestra mallata a descubrir. La caseta es de tipo borda pero más reducida, está situada en el límite del boj y al comienzo absoluto de la tasca, queda rodeada por un corral natural de “buxos”, círculo ennegrecido por el “sirrio” del ganado. Hoy las ovejas son de Claudio de Barbenuta y otros propietarios que suben “logaos”, entre ellos uno de Abay.
La caseta de Mallata López tiene 4 m. de larga por 3,5 de ancha, su alzado exterior en un extremo es de 1,35, y en otro -por estar en bajada- de 2,24 m; sus muros son de un espesor de 50 cm, la orientación de la puerta es al S. El interior es reducido y sólo pueden dormir dos personas con holgura; entrando y a la derecha está la espedera y el guardacarne, en el interior la cama -hoy jergón, ante mullido de “buxos”- queda a la izquierda junto a la pared; a la derecha y en la esquina se hace fuego sin tiro por lo que toda la pared y maderos están ahumados, en la misma esquina y formando un triedro, se coloca una losa transversal para que no se incendie la techumbre. Esta queda constituida por un soporte o marco de cuatro maderos enlazados que descansan sobre los muros -“zapateras”- una viga rematante o “biscalera”, 2 transversales en cada vertiente o “tirantes” y 30 que bajan de la “biscalera” a la zapatera en cada vertiente -son las “juntas”-; en otras casetas, en su lugar tenemos troncos de boj con “buro” -es la “rexa”-; inmediatamente sobre esta estructura tenemos la “tasca” y después las losas. Adherida a la pared de poniente hay un pequeño “casetón” que sirve para dejar a los corderos recién nacidos durante el día, cuando el ganado recorre el puerto, y así protegerlos de los “esparbeles”.
Viendo el interior podemos deducir que el pastor ha cambiado, conocí aquí a Tomás de casa “Viota” de Sorripas, hombre de la tierra que hacía la comida “fogoniando” en la esquina de la caseta, que no dejaba su zamarra de piel para dormir y que tenía colgadas en la pared las cañablas a reparar o las de las ovejas muertas; hoy vemos butano… En efecto, el nuevo pastor es Miguel Baraibar Igoa, natural de Leunza -Navarra-, para él -me explica- este puerto es “coser y cantar”, pues ha estado doce años de pastor en Nevada y California, me cuenta de sus tremendas transhumancias “a la americana”, de lo que los pastores se gastan en los casinos de Reno…; mientras ascendemos con el ganado y llegamos a la grandiosa “Pared de Erata” que parte el puerto de Ainielle y Espierre en más de dos kilómetros a 2.000 metros de altura, comentamos el terrible esfuerzo de los habitantes de Ainielle para levantar semejante obra, así como el estupor que produciría en aquellos habitantes de Sobrepuerto el contemplar junto a la pared una oruga de prospecciones de gas.

SANTA OROSIA
El altiplano de Santa Orosia es lugar de tradición pastoril: El hallazgo del cuerpo de la Santa e incluso la manifestación folklórica de los danzantes de Yebra. Aquí, en esta zona, el escarpe que forma al SW las pudingas tenemos la mallata de Osán a 1.600 metros sobre el nivel del mar; el corral de ésta es muy inclinado por lo que es malo para coger las reses, algunos grandes bloques se han desprendido del escarpe y saltean el espacio -lugar predilecto para subir las cabras- la pared de la caseta queda exactamente a un metro de la cortada. La estructura del edificio y las dimensiones son similares a la de “Mallata Lopera”.
No lejos de este lugar, y en el último tramo del camino de Yebra al Zoqué, en la zona del martirio, hay abundantes extraplomos bajo el escarpe de pudingas -baumas- que fueron aprovechados antiguamente como refugio de ganado y pastores y que por su situación podrían deparar hallazgos arqueológicos.

LINÁS
En el flanco Sur de Tendeñera nace el Barranco de Sorrosal que vierte aguas al Ara, los glaciares cuaternarios forjaron pequeño valles compartimentados por contrafuertes; uno será el del Puerto de Gavín, otro el de Yésero y otro el de Linás que da nacimiento al Sorrosal. Era un valle digno de visitar por el paisaje físico y el humano, pues está totalmente jalonado de bordas, a cual más bonita; si lo subimos integralmente, llegaremos a una grata sorpresa: un precioso puente medieval que salva el barranco en un tramo embravecido. Aquí comienza la dura pendiente que nos llevará a la cota de 2.080 metros donde se encuentra nuestra mallata, llama la atención su posición vigilante y descarada a las inclemencias; a su espalda aún se observan los restos de tres corrales contiguos que según me explicaron difieren en proporción porque cada uno corresponde a un pueblo que tenía una parte concreta de puerto, así Fragen contaba con el corral más pequeño, le seguía Broto y Línas tenía el más grande.
La estructura de la caseta es semejante a una borda y algo más grande y realzada que las de Erata y Santa Orosia.

CANCIÁS
Cerca de la cumbre y a la vista de la Guarguera y Sierra de Guara, observamos un refugio pastoril, singular en nuestra zona; se halla a 1.800 metros y es un refugio atrincherado en las pudingas, excavado plenamente en ellas y al que se accede a través de un pasillo a cielo abierto; la techumbre es de madera y tasca de los alrededores. Pertenece al monte de Gillué y aún está habitada.
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Hemos realizado un recorrido por estos humildes monumentos de la Historia, de los que nada se ha escrito, porque para eso están las iglesias y las casas solariegas; pero aquí en estos reducidos interiores cubiertos de hollín se escribió la verdadera Historia -de del día a día, la del sacrificio del milenario montañés-.”

E. Satué

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