Los primeros brotes
A finales del mes de octubre escribía en este blog sobre la primera semilla que convertiría la lava del volcán de La Palma en algo nuevo, en tierra fértil, en un nuevo paisaje… Pero está también la vegetación que sobrevive a la lava, a las cenizas, a los gases tóxicos. Árboles por cuya savia corre la herencia de miles de años adaptándose a un ecosistema volcánico.
Hace unas semanas, el pino canario era noticia. Algunos ejemplares de esta especie habían quedado completamente embadurnados de lava, pero a pesar de ello habían permanecido en pie, nadie sabía si vivos o muertos, y, de repente, como por arte de magia, comenzaron de nuevo a salir de sus troncos las primeras manchas verdes: los primeros brotes de esperanza. Los primeros signos de que la herencia genética de las especies que habitan un lugar alberga más recuerdos que nuestra memoria colectiva.
Porque, sí, el pino canario ha sido capaz de soportar unas temperaturas imposibles causadas por una erupción volcánica, a nuestro juicio sin precedentes, pero, sin embargo, sus ancestros ya habían pasado por esto, y por situaciones peores, y supieron adaptarse y hacer de la isla de La Palma el Reino del Pino Canario. El Reino de la memoria genética.
Debería haber sido una de esas noticias que abren todos los telediarios, que paralizan las emisiones radiofónicas para dar paso a una nueva que hace que parezca que el mundo deja de girar. La foto de este súperárbol debería haber salido en la portada en todos los periódicos. Y, sin embargo, pasó como noticia discreta. Nuestras plantas nativas, como nuestras razas autóctonas y nuestras variedades locales, están preparadas para sobrevivir a un volcán y, seguramente, a mucho más.
Cada vez que hay grandes incendios en el noroeste peninsular, alguna voz discreta nos recuerda que hay especies nativas que resisten mejor el fuego y hacen que los incendios no se propaguen tan rápido. Pero a la mano que planta eucaliptos, no le interesa que eso se sepa. Y así, las personas somos -fuimos y seremos- la mayor amenaza que tienen nuestros ecosistemas, nuestro hábitat, nuestra casa…
Cuando dejemos de escudarnos en el cambio climático, o, mejor, cuando seamos realmente conscientes de que detrás de la situación de emergencia climática en la que nos encontramos estamos los seres humanos; cuando no le quede vida a la tierra, ni fuerza a los troncos secos para que vuelvan a emerger sus brotes, ni pájaros, ni cabras que dibujen el paisaje ¿quién conservará semillas de plantas nativas con las que comenzar de cero?