Está sentada en el banco de la puerta de casa. Todos los días le gusta pararse, de rato en rato, al calor del sol. Le hace sentir que está viva, dice. Ya ha pasado por el huerto, y por el gallinero. En breves empezará a hacer la comida. Tiene unos noventa años. Le duele aquí y allá, pero no se queja mucho. ¿A quién quejarse?
Para ir al médico necesita que alguien pueda bajarle al pueblo de al lado, a la hora que le den la cita, y sabe que, el médico, tampoco tiene ninguna solución para la vejez. Es más por hablar con alguien, por contarle algo a una cara distinta. ¡Con todo lo que hemos sufrido y padecer este abandono! De eso, del abandono, es de lo único que se queja.
Menos mal, que a su pueblo no llega la prensa, sino, se deprimiría. Los titulares que acompañan a las noticias sobre el medio rural parecen la crónica de una muerte anunciada. Rara vez denuncian el estado de las carreteras, la falta de servicios, el abandono a una población que paga impuestos y que merece los mismos derechos que quienes viven en las ciudades. Una población que, además, salvaguarda la biodiversidad, que lleva siglos moldeando el paisaje, que, sin sus manos, Picos de Europa, Ordesa o Monfragüe, hoy no serían Parques Nacionales. Que sin sus rebaños, hoy no tendríamos buitres negros, ni quebrantahuesos… ni dehesas, el agroecosistema más sostenible del mundo…
Ésa, es
la verdadera marca España.
Es también, gracias a las buenas gentes del medio rural, que se ha conservado nuestro patrimonio: nuestra cultura, nuestras tradiciones, nuestra riqueza lingüística… Pero, con casas vacías en nuestros pueblos, y macrociudades convertidas en colmenas humanas, no hay futuro.
¿Quién evitará los incendios?
¿Quién avisará de que el monte arde?
¿Quién alimentará a las ciudades y sembrará biodiversidad en nuestros campos?
¿Qué ganado pastará vuestras pistas para que podáis esquiar en invierno?
¿Qué huellas abrirán camino?
¿Quién será la raíz, que sostiene el territorio?
Dime, ¿quién quedará cuando hayan echado a todo el mundo?
Tenemos que volver. Abrir la puerta. Invitar a más gente a venir. Encender el hogar. Unirnos y alzar la voz. Alegrar la mirada con la vida de los campos en primavera. Darnos la mano. Ser, otra vez, comunidad. Llenarlo todo de color esperanza, y gritar: ¡Queremos vivir aquí!
Átate las alpargatas
que sí, que sí es cosa de seguir*
La España vacía, vaciada y ninguneada. Esa España, el 31 de marzo de 2019 llenó Madrid.
*De la canción Coplas de Huesca, de José Antonio Labordeta
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