
Erupción volcánica en la Isla de La Palma. (Imagen: Wikipedia)
El pasado 19 de septiembre de 2021 se inició en la isla de La Palma una erupción volcánica que, una semana después, sigue activa. La lava ha arrasado todo lo que se ha encontrado a su paso y, aunque los medios mayoritarios han puesto el foco en las viviendas y segundas residencias que han sido tragadas por la lengua de fuego, por desgracia no son las únicas afectadas, y varias explotaciones agrarias, principalmente dedicadas al cultivo de plátano y la cría de cabras y vacas, también se han visto afectadas por el inesperado volcán. Es interesante recordar que La Palma es la segunda isla canaria con mayor producción de plátano del archipiélago.
Sinceramente, creo que es imposible ponerse en la piel de las personas que están perdiendo sus casas estos días en La Palma, pero aún me parece más complicado hacerlo en la de quienes están perdiendo sus explotaciones agrarias: personas que han dedicado su vida a conservar un patrimonio único, una biodiversidad cultivada extraordinaria y que se ha adaptado durante siglos a las peculiaridades orográficas y climáticas de este rincón del mundo. Un tesoro genético heredado de quienes habitaron este territorio en otro tiempo. Gente que ha hecho de la dureza de esta isla volcánica un edén desde el cual alimentarnos.
El 23 de septiembre de 2021, el diario El País recogía el testimonio de Isidro Manuel Martín, un agricultor de la isla dedicado al cultivo de plátano que, tras haber perdido su vivienda, su viñedo y su bodega, se apresuraba a cosechar todos los plátanos que pudiera antes de que la lava también arrasara sus tierras. “Ni siquiera he terminado de pagar la finca” lamentaba en declaraciones a El País. Para a continuación añadir, “es la ley de la naturaleza”. Las personas que se dedican a la agricultura y la ganadería lo saben bien. Saben que aunque hayamos aprendido a cultivar las semillas y a ordeñar a las cabras, seguimos siendo dependientes de la naturaleza, y ésta es indomable. En el archipiélago canario lo saben especialmente, porque además de lidiar contra temporales e incendios, saben que la lava volcánica que les regala una tierra con unas características únicas también puede quitárselo todo, como ha sucedido estos días.

Vacas de la raza palmera. (Imagen: AVAPAL, obtenida de mapa.gob.es)
Algunas de las explotaciones afectadas por la erupción volcánica son granjas dedicadas principalmente al cultivo de plátano y la cría de cabras y vacas de raza palmera, dos especies que se han adaptado a las peculiaridades de este territorio y cuyas versiones isleñas han sido bautizadas con el mismo nombre. En el caso de la vaca palmera, se trata de una raza que deriva de la raza rubia gallega, que se trasladó hasta la isla como animal de abasto y se fue adaptando al clima y vegetación de este rincón del mundo. Además de los ingresos procedente de la venta de carne, las ganaderías dedicadas a la cría de esta raza obtienen también beneficios por la venta de su estiércol, utilizado para la producción de plátanos.

Ejemplares de raza caprina palmera. Foto: ACCRP (obtenida de mapa.gob.es)
En el caso de la raza caprina palmera, su origen es aún más apasionante, pues proviene de la población de cabras que se encontraba en la isla antes de la conquista castellana y cuya cría resultaba fundamental para la economía y la alimentación de los auritas, los aborígenes palmeros. Luego se fue cruzando con ejemplares de otras razas de cabras procedentes del suroeste de la Península Ibérica y que llegaban a en los barcos que hacían escala en la Palma al ser esta isla un lugar de paso en las rutas veleras con destino a América. Hasta hace cincuenta años, quedaban en La Palma ejemplares de cabras salvajes y eran comunes los cruzamientos fortuitos entre cabras silvestres, llamadas guaniles, y las domésticas, conocidas como jairas. Estos cruces han redundado en el peculiar carácter de esta raza, así como en su jerarquización. Además, se trata de animales muy adaptados a los terrenos abruptos de estos suelos volcánicos y de las que se obtiene una leche extraordinaria con la que se producen unos quesos magníficos que nos trasladan a la singular vegetación isleña, a la tierra negra volcánica.
Las ayudas llegarán, pero ¿serán suficientes para compensar todo lo perdido?, ¿para volver a empezar? No. Nunca lo son. Ninguna ayuda monetaria puede compensar un trabajo de selección genética realizado durante generaciones. Hay que tener en cuenta que cuando se pierde a las cabras de una ganadería, o los árboles de una finca, esas cabras y esos árboles han sido seleccionados durante generaciones de agricultores y ganaderos, que han ido seleccionando a los hijos de aquellas cabras que tenían un mejor carácter, o que daban más leche, o que simplemente enfermaban menos. Hay un trabajo realizado con apoyo de las administraciones para mejorar una raza animal, o una variedad de planta, pero luego hay un trabajo en cada ganadería de adaptación a la propia explotación que se realiza durante décadas, en muchos casos durante siglos. También hay detrás un gran trabajo de selección y mejora de las zonas de pasto, donde se buscan o habilitan puntos de agua en lugares estratégicos y también hay una gran inversión en las instalaciones.
Aún así, las ayudas económicas en situaciones como esta son muy necesarias para ayudar a personas como Isidro Manuel a poder volver a empezar, y para ayudar a las ganaderías evacuadas a comprar forraje para poder alimentar a sus animales. Como decíamos, las ayudas de la administración nunca son suficientes y cualquier ayuda es poca. Por esta razón, desde la Asociación de Criadores de Raza Palmera han habilitado un número de cuenta para que cualquier persona pueda colaborar con las ganaderías afectadas. El reparto de la recaudación será coordinado por el Cabildo de La Palma, la Consejería de Agricultura del Gobierno de Canarias y la Asociación de Criadores de Cabras de Raza Palmera. El IBAN de la cuenta bancaria para hacer las donaciones es: ES06 2100 7103 6102 0008 2936. Es muy importante indicar en el concepto: DONACIÓN VOLCÁN + NOMBRE + DNI
Entre todos podemos arrimar el hombro para ayudar a salvar la biodiversidad cultivada del singular entorno de la isla de La Palma.