
La ganadería extensiva dispersa las semillas de las plantas de las cuales se alimenta, al mismo tiempo que enriquece el suelo repartiendo las deyecciones por todo el terreno por el que se mueven los animales, aumentando así la capacidad de la tierra para proporcionar alimento a las plantas. Además, este efecto aumenta la asimilación de CO2. Según algunos estudios, si se recuperaran los niveles de materia orgánica existentes antes del desarrollo de la agricultura industrial, se capturaría entre el 30 y el 40% del exceso actual de CO2.
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