Existe un lugar donde las montañas son dioses petrificados, donde se clavan pezuñas de jabalí en las puertas, donde se conservan lenguas de reinos medievales entre centenarias casas de piedra.
En esa cordillera, donde cada susurro de viento narra una leyenda, donde las plantas curan y las palabras se extinguen con las viejas costumbres, queda aún un resquicio de todo lo que un día este Pirineo abandonado fue. Un elemento rodeado de magia y de fe. De leyenda y superstición.
Porque, aunque parezca que todo el Pirineo ha sido descubierto y colonizado por el turismo, quedan aún valles que conservan su magia, islas en medio del “progreso” donde los turistas llegan difícilmente, donde los pueblos albergan una sola casa abierta y sus habitantes rinden respeto a aliagas y alimoches.
Una de esas islas es el Valle de la Guarguera, en el que se encuentra la localidad de Ordovés, donde guardan una piedra mágica que, dicen las buenas gentes de la Comarca del Alto Gállego, cura todos los males de personas y animales, aunque quienes llevan más tiempo habitando el territorio, dicen que solo es efectiva para envenenamientos y fizaduras.
Quien recorra la carretera que une el Puerto de Monrepós con Boltaña a través del mágico Valle de La Guarguera no tardará en llegar a esta pequeña localidad.
En 1860, el censo del municipio entonces denominado “Ordobés y Alabés” sumaba 556 habitantes, e incluía, además de las localidades ahora denominadas de Ordovés y Alavés, las poblaciones de Arraso, Espola (ahora denominada Yéspola), Arruaba, Artosilla, Belarra, Castiello de Guarga, Gesera (ahora Gésera), Grasa, Lasaosa, Sandiás, San Esteban de Jaca (ahora San Esteban de Guarga), Solanilla y Villobas. Hoy entre todas suman 68 personas, entre los que destacan las repoblaciones de dos pueblos que quedaron completamente deshabitados: Artosilla con 21 habitantes y Solanilla con 14. Hoy solo viven 2 almas en Ordovés.
Los dos habitantes de este enclave al sur del extenso municipio de Sabiñánigo no solo custodian un pueblo cuyas casas albergan siglos de historia(s), también salvaguardan un tesoro: la Piedra de Ordovés.
Esta piedra, que cuentan que tenía forma de pezuña de cabra, salió entera de una serpiente. Años más tarde acabaría rompiéndose en dos pedazos, quedando una parte en la localidad de Abenilla y la otra en Ordovés, donde la piedra llegó al casarse en este pueblo una mujer de Abenilla. José Miguel Navarro en su libro “Diccionario Signos, símbolos y personajes míticos y legendarios del Pirineo Aragonés” (PRAMES) dice que la piedra procedería de Belarra y que luego habría pasado por Abellada. Sobre la fractura de la piedra, Navarro recoge dos versiones diferentes: una dice que fue un ciego al que se le cayó la piedra y se le partió, la otra, más extendida, que fue al casarse dos hermanas de la misma casa, que decidieron romper la piedra en dos, yéndose una mitad a Ordovés. La mitad de Abenilla acabó en Jaca y se encuentra en paradero desconocido desde la postguerra.
El procedimiento de curación es el siguiente: se sumerge la piedra en un recipiente con agua y el agua adquiere todas las virtudes curativas de la piedra al entrar en contacto con ésta, manteniendo el agua siempre la virtud. Según cuál sea la dolencia de la persona enferma, se bebe o se aplica directamente sobre la zona afectada.

La piedra de Ordovés
Navarro cita un caso de la localidad de Javierrelatre, donde mencionan “rebaños enteros envenenados al ingerir abono en vez de sal y de las que solo se salvaron los animales a los que se les había dado esa agua”, así como diferentes casos de distintos animales con picaduras o mordeduras de víboras o serpientes que sanaban solo al beber el agua que había estado en contacto con la piedra de Ordovés.
Cuentan los guardianes actuales de la piedra, que antiguamente se prestaba a toda persona que la solicitaba. La piedra viajaba por todos los pueblos de esta zona oscense, pasando de mano en mano, de agua en agua, y siempre se devolvía a Ordovés.
Las gentes de Biescas siguen teniéndole mucha fe, y un vecino del municipio, original de Ordovés, se encarga asiduamente de repartir agua que ha estado en contacto con la piedra para quienes la requieran. Me contaron que se había intentado comercializar el agua, pero al estar las propiedades en la piedra y no en el agua, y no poder comprobarse científicamente las propiedades de la misma, no ha sido posible.
Es maravilloso que una piedra supuestamente salida de una serpiente, animal que representa la inmortalidad y muy vinculado a la fertilidad femenina, lleve siglos circulando por los pueblos de la zona, curando los males de todo tipo de animales, incluidos los humanos, transmitiendo la magia que otrora se escapaba por el humo de viejas chimeneas.