Da igual en que estación estemos, no cabe duda de que, a los humanos, nos gusta mirar al cielo. Quizás por eso tenemos la cabeza en las nubes y no actuamos como si tuviéramos los pies en el suelo. Quizás, si prestásemos más atención a lo que hay debajo de nuestros zapatos, seríamos más conscientes de nuestra realidad, puede ser, que así cuidásemos más de nuestros ecosistemas.
Tal vez, como miramos mucho al cielo, admiramos las aves que hay en él y luchamos por salvarlas. Es posible que, por eso, nunca hayamos admirado a las lombrices y desconozcamos la gran labor que desempeñan.
Muy a menudo, en este blog hablo de la importancia de la ganadería extensiva en la conservación de nuestros paisajes ibéricos. Pero, hasta hoy, nunca había hablado de la importancia de las lombrices en la conservación del pasto, porque sin lombrices, tampoco tendríamos esos paisajes que tanto admiramos.
La lombriz es un invertebrado que todo el mundo conoce, y a la vez es tan desconocido… Aristóteles dijo de ella que es “el intestino del mundo”, Darwin quedó admirado de la capacidad de este animal de formar humus y transportar suelo, y disfrutaba contando lombrices en su jardín, mientras que Cleopatra las declaró sagradas, pudiendo castigarse con la muerte el delito de matar a una lombriz. Nuestro Pedro Montserrat, uno de los más importantes ecólogos españoles, también las admiró y difundió sus bondades, destacó “la importancia organizadora a nivel paisajístico del contacto entre matas/hierbas con revitalización de las bacterias y lombrices. Mientras el bosque y los matorrales son micotróficos, con micorrizas que abrevian y aseguran la circulación trófica, el pasto con su orla herbácea ya exige las bacterias y lombrices”. Por lo tanto, ya era hora de dedicarles un post, porque sin ellas, nuestra ganadería de montaña, no sería esa conservadora de paisajes de la que tanto presumimos quienes defendemos la ganadería extensiva.
Jorge Domínguez, catedrático del grupo de ecología animal de la Universidad de Vigo, asegura en su artículo “El papel de las lombrices de tierra en la descomposición de la materia orgánica y el ciclo de nutrientes”, publicado en la Revista Ecosistemas en el año 2009, que “las lombrices de tierra representan la mayor biomasa animal en la mayoría de ecosistemas templados terrestres, y allí donde son abundantes pueden procesar a través de sus cuerpos hasta 250 toneladas del suelo al año por hectárea. Este inmenso trabajo influye de forma muy significativa en las propiedades físicas, químicas y biológicas del suelo, y otorga a estos organismos un papel crucial en la modificación de la estructura del suelo, en la aceleración de la descomposición de la materia orgánica y del reciclado de nutrientes, que tiene a su vez efectos muy importantes sobre las comunidades vegetales que viven por encima de la superficie del suelo”.
Estos maravillosos animales tienen cinco pares de corazones, seis pares de riñones y no tienen pulmones, sino que respiran a través de la piel. Su cuerpo está formado por una serie de segmentos, o metámeros, separados por anillos visibles. En el primer segmento tienen la boca, con la que ingieren la materia orgánica que se encuentran conforme van cavando, aireando a su vez el suelo, y llegando a comer el 90% de su peso corporal en un día. En los metámeros de las lombrices viven bacterias, y es precisamente esa simbiosis entre las lombrices y las bacterias que habitan en ellas lo que las hace tan beneficiosas para el suelo, ya que de esta manera consiguen una degradación parcial de la materia orgánica que consumen, realizando, tal y como apunta Montserrat, “unas funciones necesarias para mantener la fertilidad en la tierra y en los pastos”.
Las lombrices de tierra suben a la superficie para expulsar sus excreciones, acción que realizan aproximadamente cada 45 segundos, y lo hacen a través de su segmento final, en el cual se encuentra el ano, devolviendo de esta manera al suelo casi todo lo que ingiere, pero transformado en un abono orgánico de peculiares características que ayuda a incrementar la producción herbácea. Por lo tanto, podríamos decir que la lombriz es la jardinera de nuestros pastos naturales.
Sin embargo, determinadas prácticas derivadas de la agricultura intensiva, como el uso de fertilizantes o el laboreo excesivo, así como la contaminación del suelo por metales pesados o la lluvia ácida, afectan gravemente a las poblaciones de lombrices. Por lo que la falta de éstas puede significar también un problema de contaminación ambiental.
Así que miremos más allá de nuestros pies. Prestemos atención a las lombrices de tierra que, indirectamente, nos dan de comer, cuidan de nuestros paisajes y sanean nuestros suelos. Miremos más al suelo.
Llevo años tratando de que crezca pasto. Sembré semillas de plantas y flores. Aboné, regué, removí trasplanté y pocas plantas crecieron En el suelo de mi patio. Hice un pozo bastante profundo, casi un metro y no vi ni una sola lombriz. Qué le pasa a este suelo? no se qur hacer para mejorarlo