Hace una década, o quizás un poco más, mi padre me regaló por mi cumpleaños un libro precioso en el que un rebaño de ovejas irlandesas se mostraba afanado en resolver el misterio de quien había asesinado a su pastor. Podía haber sido un rebaño cualquiera de los muchos que mantienen los impresionantes paisajes de la Isla Esmeralda, pero no. En una de las últimas páginas del libro se desvelaba que esas ovejas no eran un grupo más de rumiantes, sino “el último rebaño de Cladoir de toda Irlanda. Una antigua raza irlandesa; es una vergüenza que no se críe en ninguna otra parte”. El libro en cuestión se titula Las ovejas de Glennkill y seguramente a su autora, Leonie Swann, le daría un ataque de risa cuando alguien le contara que ese rebaño al que ella dio vida en la ficción, había vuelto de la extinción en junio de 2021.
La noticia debería haberse colado en las páginas de los diarios de todo el mundo, aunque fuese a modo de anécdota, más allá de los titulares de la prensa irlandesa. No obstante, a mí me ha resultado imposible encontrar una sola palabra en castellano sobre tremendo acontecimiento, al que llegué esta semana por casualidad. ¿Quién no ha soñado con rescatar parte de ese patrimonio ancestral que moldeó nuestros paisajes y nuestra cultura? Poder recuperar esos recursos genéticos que un día consideramos que no merecían ser conservados y abrieron paso a otras razas y otras variedades de semillas y animales. Poder guardar esos maravillosos bienes para siempre.
Aquí, en nuestra magnífica y diversa Península Ibérica hemos dejado perder muchas de nuestras razas autóctonas, como la mantequera leonesa, esa raza de vaca que un día fue el estandarte de una provincia eminentemente ganadera, y que hizo que la mantequilla de León fuese considerada de las mejores de Europa. La mismísima Audrey Hepburn en una visita a Madrid en los años 60 se fotografió delante de un puesto que Mantequerías Leonesas tenía en la capital, dejando para la eternidad un recuerdo negro de una memoria blanca. De un sabor único que, es probable, nunca podamos volver a degustar. Poco queda ya de aquella raza de la que se dejó de valorar la calidad de su proteína y de su materia grasa y se fue dejando sustituir por animales de genética extranjera que producían leche en mayor cantidad. En 1979 la mantequera leonesa estaba prácticamente extinta. Hoy intentan recuperarla desde la Asociación para la Recuperación de la Raza Bovina Mantequera Leonesa a partir de ejemplares que conservan resquicios de la genética de estos maravillosos bovinos. Ojalá algún día consigan resucitar las características lecheras de aquellos viejos ejemplares. Y, quien sabe, quizás las mantequeras leonesas vengan desde el pasado para salvarnos de nuestro presente.
Porque eso, más o menos, es lo que pasó en Irlanda hace siete meses, cuando, entre olas de un virus venido de tierras lejanas, una peculiar raza de ovejas viajaba en el tiempo y aparecía un cuarto de siglo después de haber sido declarada extinta. Se trata de la raza Cladoir, que hasta hace 200 años era muy apreciada por la calidad de su lana, y se criaba en pequeños rebaños para abastecer de lana al núcleo familiar. Luego llegó la hambruna de la patata y comenzó su decadencia. En la segunda mitad del siglo XIX, se introdujeron razas inglesas, y la Cladoir se fue recluyendo al sur del paraíso natural de Connemara, donde sobrevivieron en pequeños rebaños localizados en zonas costeras, de ahí su nombre, que significa ‘habitante de la costa’ en gaélico irlandés.
En los años 70 del siglo XX, Michael O Toole, un investigador se encargó de unir en un rebaño algunos de los pocos ejemplares Cladoir que quedaban en la estación de investigación de Maam. Cuando este centro cerró, trasladaron a las ovejas al centro de investigación Creagh, en Ballinrobe, años después de jubilarse O Toole, cuando la estación de investigación Creagh también echó el cierre, el rebaño se vendió, para sorpresa de O Toole, y se le perdió el rastro. La raza fue considerada oficialmente extinta en 1995.
Sin embargo, un asesor agrario, hoy jubilado, Seán Cadden, siguió durante todos estos años tratando de averiguar dónde habían ido a parar aquellos últimos ejemplares de una raza única, y con la ayuda de Tom King, un ganadero que quedó prendado de la historia de estas peculiares ovejas, comenzó una exhaustiva labor de investigación para intentar localizar a los animales. Vamos, un poco como en la novela de Leonie Swann, solo que al revés, ya que no eran las ovejas investigando qué había pasado con su pastor, sino los pastores los que querían saber cómo habían acabado las ovejas.
Así, fueron identificando y recopilando ejemplares que podían provenir de aquel rebaño de Maam y que tenían características de la raza Cladoir. Juntaron el primer rebaño que reunieron en el Parque Nacional de Connemara en octubre de 2019, al que unieron otro grupo de posibles ovejas Cladoir un año después. En otoño de 2020 se tomaron muestras de ADN al total de 65 ovejas que conformaban el rebaño, de ellas, 56 tenían una porción significante de ADN de ovejas Cladoir, declarándose la raza como no extinta en junio del año 2021.
Y así, con una historia digna de una novela, volvió a la vida no solo esta raza de ovejas, sino una porción importante de la historia y cultura irlandesas que hace resurgir de las cenizas a tantas manos que hilaron y cardaron la lana de las Cladoir, el sudor de quienes seleccionaron estos ejemplares hasta conseguir no solo la adaptación al medio de estas ovejas, sino también, unas características en ellas, como la calidad de su fibra, que ayudaba a las personas a adaptarse a su vez al frío y húmedo ecosistema de Connemara.
Ojalá cambie el final del libro de Swann, y este rebaño, el último de ‘habitantes de la costa’ de toda Irlanda, se multiplique y se críe más allá de las playas del condado de Galway, donde un día fueron recluidas, para ayudar al territorio irlandés a recuperar parte de su identidad, que se extinguió cuando creyeron que la raza también lo había hecho.
*Fotografía: Rebaño Cladoir. Archivo fotográfico de la Irish Native Rare Breed Society (INRBS).
Hola!, pues que yo también me leí un libro de Leoni Swann, y me encantó. Voy a ver si lo busco mañana en mi biblioteca y me lo vuelvo a leer.
Gracias por este post tan emocionante. Saludos!!!
Muchas gracias Fátima 🙂